por Jorge Marín Matos
Periodista Independiente
17 de diciembre de 2010
Pero la Dirección Política del país no demoró en comprometer a la naciente fuerza que más allá de su destinación en el enfrentamiento a la delincuencia; fue empleada en la lucha contra la Oposición y algunas manifestaciones de Disidencia aisladas. Esto se mantiene hasta nuestros días. Muestra de ello es la enmascarada manera de Seguridad del Estado en utilizar a sus oficiales con uniformes de policía para arremeter contra los Opositores, tanto en detenciones como en registros simultáneos.
Sin embargo la necesaria idea de crear un cuerpo policial honesto, se fue contaminando con los nuevos cambios y las impredecibles etapas por las que ha trascendido la situación socio política en la isla.
Tras incontables avatares de arduo trabajo policial y las emergentes e inadecuadas alternativas del gobierno; llegaron las diferencias económicas y sociales al interior de una sociedad improductiva, ya con valores depauperados. Se desató entonces, un verdadero flujo de conductas inmorales entre los miembros de la consolidada Policía Nacional Revolucionaria.
Los órganos de justicia militares respondieron con enérgica represión, aunque a su vez, tomando en cuenta las causas y condiciones esenciales que motivaron a los nuevos Agentes del Orden Público a caer en lamentables errores, a veces horrores. Pero la inexperiencia de los nuevos policías no fue solo la única circunstancia a tener en cuenta a la hora de ser enjuiciados por los tribunales militares.
La mala selección y creación masiva de policías para la capital, favoreció fisuras que más tarde significaría un costo político irrecuperable. Jóvenes de poca vocación profesional y con niveles de instrucción insuficientes y por si fuera poco, con perfiles sicológicos no acordes a la tarea para la cual serían preparados rápidamente y enviados a la capital; sin dejar de señalar que han existido selecciones que de manera imprudente, han incluido a personas con antecedentes penales.
Fue así, que durante el invierno de 1997 la jefatura del Ministerio del Interior de Cuba y la Dirección de Contrainteligencia Interna, dirigida por el General de Brigada Henry Ascui Espiner, deciden desatar la archiconocida Operación Integridad, que consistía en la captura infraganti de todos los miembros de la Policía Nacional Revolucionaria y demás fuerzas del MININT que estuvieran cometiendo delitos o conductas impropias en el escenario publico operativo.
En poco más de 24 horas fueron detenidos en la capital un monto de 120 policías e iniciados procesos penales y administrativos contra ellos. Medios técnicos de vigilancia y todo un equipo de fuerzas combinadas de la Contrainteligencia participaron en la operación más maratónica en la historia de dicha Dirección del Ministerio del Interior. El costo político fue irreparable.
Durante el verano de l998 un caso colmó la copa de la corrupción policial en la isla y en especial dentro de ciudad de la Habana. Las conductas delictivas cometidas por quienes debían guardar ética y garantías, caminaron puertas adentro en el Ministerio del Interior. En el 4to batallón de la Brigada Especial Nacional se propiciaron hechos que consistieron en brutales abusos y métodos violentos para garantizar la disciplina entre los miembros de la policía. Un renombrado jefe a niveles de compañías permitió la creación informal de pequeña cuadrilla de suboficiales quienes impusieron normas de disciplina a través de la violencia física a sus subordinados. Traumatismos, lesiones, trastornos sicológicos, temor, desasosiego y suicidios marcaron la gama de los resultados de esta mala selección y cáncer al interior de quienes debían garantizar la tranquilidad y seguridad ciudadana. El costo político seguía siendo irreparable.
No obstante más allá de los resultados de la llamada Operación Integridad y bajo la observancia del Comandante Fidel Castro, se organiza la nueva Policía Especializada para los municipios costeros. Una fuerza que igualmente alternaría su cooperación con la Contrainteligencia para las acciones contra la Disidencia Pacífica.
Al parecer la cohesión de las fuerzas era aparente, su disciplina no dejaba de ser igualmente un maquillaje político. Los nuevos integrantes de la llamada Policía Especializada eran abrasados por el culto a la personalidad de su creador. No era raro por aquellos días escuchar que se trataba de una tarea del Comandante Fidel Castro y así, como en muchas otras contiendas, se perpetuaba como símbolo y doctrina.
Pero las cosas no fueron de la mano del ingeniero de tamaña fuerza que si demostró su especialidad en los enérgicos controles a la delincuencia que hasta ese instante azotaba la zona que comprende el casco Histórico de la Ciudad. Más allá del emblemático sitio, la prostitución y el vicio abrazó a una policía que sobrevivió a la mencionada operación, para sobrevivir después como seudopolicías o delincuentes politizados. En fin gente uniformada que no defienden a otra ideología que la Fidelista y depauperan su ética en sitios nocturnos a lo largo y ancho de los municipios costeros. Esto sucede aun hasta nuestros días. El costo político es cada día más irreparable.
¿Se hablaría con respeto de Seguridad Publica en la Isla? ¿Llegaríamos por este camino a ser un baluarte de la delincuencia uniformada? ¿Sufrirá el pueblo cubano los efectos de la corrupción policial que viven otros pueblos de América Latina?
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