por Dania Virgen García
Bloguera y Periodista Independiente
29 de Septiembre del 2010
Casi tres décadas han transcurrido desde los envíos masivos de personas no aceptadas por el gobierno revolucionario cubano durante l980, a través del puerto de Mariel, en la Habana. El dictador Fidel Castro, tras su sublime intervención mostraba su hipócrita benevolencia al dejar marcharse de Cuba a todo el que quiso hacerlo. Montada la escena ante la opinión pública internacional, lanchas y barcos de diferentes dimensiones arribaban a puerto de Mariel para llevarse familias enteras. Se creaba una situación de desorden y euforia revolucionaria; las familias quedaban divididas y enfrentadas como viscerales enemigos. El gobernante no desaprovechó esa circunstancia.
En poco más de una semana las prisiones en la isla fueron objeto de una singular clasificación de personas. Connotados criminales del ambiente carcelario tenían la oportunidad de viajar a los Estados Unidos y otros, no tan relevantes delincuentes, fueron precisados a salir del país por esa vía. Pero no solo los reclusos se convirtieron en una especie de recurso exportable hacia el norte. En las calles, en los barrios y en las localidades más lejanas de la capital, las fuerzas del régimen controlaban todo tipo de personas consideradas desafectas al proceso político seguido por la revolución y estas fueron sometidas a viajar a los Estados Unidos o enfrentar sanciones privativas de libertad en Cuba. La prostitución, el homosexualismo era percibido en la isla como un rezago del pasado, algo que Fidel Castro no toleraría e ignorando que a su vez, creaba las condiciones para su florecimiento.
Como línea estratégica del régimen de la Habana, se perfilaban hacia la Florida nuevas medidas que estuvieron sobre la mesa del dictador y dueño de la Habana. Los órganos de Seguridad del Estado debían estructurar su comunidad de Inteligencia entre la masa de personas exportables. Agentes y oficiales encubiertos lograrían, sin esfuerzo o recurso alguno del gobierno cubano, su legalización y asentamiento en Miami, ciudad bastión de sus principales enemigos. Desde una posición de Inteligencia podría llevarse a cabo todo tipo de acción o plan, que según plantea Fidel, era para defenderse de ataques terroristas. Inmediatamente el resultado, no menos parecido al terror, se sentiría en las calles de la pequeña Habana, Miami, donde naturales norteamericanos se vieron forzados a abandonar sus moradas tras hacerse insoportable la ola delictiva y violenta que caracterizó al paquete humano enviado desde la isla. Para el dueño de la Habana, los estadounidenses merecían eso y mucho más.
Durante los restantes años, los cubanos siguieron llegando a las costas de la Florida, a bordo de embarcaciones precarias y todo tipo de medio rustico no apto para la navegación. Ya en los meses de verano de l994, la inmoralidad política del gobierno dejó claro su irrespeto por la vida de las personas. Fidel en otra muestra de sus aptitudes histriónicas anunciaba abiertas las fronteras marítimas de la isla, declaración que provocó la ilusión de miles de cubanos aventurados hacia el mar antes de reclamar con la misma fuerza, sus derechos dentro del país. El resultado de la desesperada situación, dejaba un similar impacto de terror: El silencio del mar revelaba las incontables vidas humanas cegadas en el intento de llegar a lo que muchos consideran el país de la libertad y escapar del régimen de esclavitud.
Castro, consciente de la gravedad del problema migratorio, ha mantenido en secreto la cifra de muertos y personas desaparecidas en el trágico intento de alcanzar las costas de Estados Unidos y lo que es peor aún, esgrimió de forma magistral que la emigración ilegal no era por razones políticas si no netamente económicas. Negó a los cubanos del exilio el derecho al sufragio en Cuba y recrudeció el control migratorio por todas las vías. Así el Estado de corte delictivo de la Habana, condiciono el Trafico de personas tanto por la vía marítima, así como cumpliendo las formalidades migratorias. Este último flagelo propició la habitual comunidad de Inteligencia que Castro necesita para apuntalar sus pretensiones en el bloque latinoamericano del ALBA. De la misma manera que introdujeron en Estados Unidos a elementos que conformaron la Red de Inteligencia destinada al espionaje por requerimientos de Cuba, desmantelada por el FBI durante los últimos años de la década del 90; se fueron estructurando hacia territorio de Suramérica y el Caribe nuevas y disimiles posiciones de similar corte y línea estratégica.
Fidel Castro en su megalomanía fortaleció los programas de Inteligencia en América latina y puntualizó la necesidad de crear un frente antiamericano. Para ello no habría dejado en el olvido sus vínculos y nexos con viejas organizaciones de izquierda con las cuales cerró complicidad en acciones violentas consideradas terroristas. En fin el terror visto desde otro lente, gira alrededor de un muerto que anda.
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