por Dania Virgen García
Periodista Independiente
29 de Julio del 2010
Fidel Castro reapareció. Como en sus buenos tiempos, ha aparecido cuatro veces en una semana: en Institutos de Investigación, en el Acuario Nacional, en el programa Mesa Redonda, conversó con economistas y se reunió con los embajadores cubanos en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
El regreso de Fidel Castro a la escena pública ha sido un escándalo universal, pero en Cuba, en las calles y en las casas, no se habla tanto de este personaje como era de esperar. Unos dicen que está más gordo y con mejor semblante. Que aprovechó la mejoría para dejarse ver y desviar la atención del asunto de los presos políticos desterrados. A nadie le he escuchado opinar, ni a sus más fieles seguidores, que tal como tiene la mente, pueda influir o decidir en el gobierno.
Su pérdida de memoria le hace hablar lo que no es, confunde las palabras, se pierde, olvida de qué habla. Sin sus espejuelos pierde el sentido, se moja el dedo en saliva, revuelve los papeles, cambia de tema. Es normal la arteria esclerosis en esa edad, en cualquier anciano, máxime si lo han operado varias veces. Pero no en Fidel, dicen sus admiradores.
Aunque a decir verdad, siempre brincó de un tema a otro y respondía lo opuesto a lo que le preguntaban. No ahora que va a cumplir los 84 años, sino en 1959, hace cincuenta años, cuando tenía treinta y tantos.
El Compañero Fidel, con sus camisas a cuadros de marca que cambió por el chándal deportivo marca Adidas, ahora que dice que el mundo se va a acabar, trata de resolver los problemas internacionales, todos, cualquiera, menos los de su país. Anuncia el ataque norteamericano a Irán, luego a Corea del Norte, habla del cambio climático y de misiles nucleares, pero no del arroz que le falta a su pueblo ni del marabú que invade los campos.
Lo más preocupante es que su hermano Raúl Castro no ha aparecido más después que excarceló a los primeros presos políticos y que se produjera la resurrección de Fidel. Y ya empezaron las bolas.
Si no hay problemas, ya que Fidel está tan bien y la revolución va viento en popa, ya saben, a ambos los esperamos con mucha hambre y amor en el discurso del 26 de julio en Santa Clara.
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