lunes, 23 de agosto de 2010

El pollo

por Dania Virgen García

Bloguera y Periodista Independiente

 

21 de Agosto del 2010

 

Foto: Máximo Omar Ruiz Matoses

 
 

Me contaba hace unos días Máximo Omar Ruiz Matoses, un Ex-Teniente Coronel e Ingeniero del MINIL, la anécdota que recuerda con más lujo de detalles de sus vivencias en la prisión.

 

Ruiz Matoses tuvo que cumplir una injusta condena de 20 años.  Pasó más de cuatro años en el Área Especial de la Prisión de Guanajay, donde también estuvieron los integrantes de la Causa 1 y 2 del 1989, por la que cuatro militares, entre ellos el General Arnaldo Ochoa, fueron fusilados.

 

En las pocas visitas que recibía, su familia pasaba muchos apuros para poderle llevar comida a la cárcel  en aquellos años del Periodo Especial (1990-1995) donde no había dinero, alimentos, ni transporte.

 

Una vez, cuando llegó su esposa a la prisión, le dijo entre sollozos que se le había quedado olvidado en la casa un pollo asado exquisito que le había cocinado.

 

El pollo era una de las pocas proteínas que podía comer el sancionado militar  ya que en aquel entonces,  al igual que ahora, la asignación de la comida era muy limitada para los reclusos.

 

Su suegra, al ver que se había quedado el pollo, salió a la carrera para la terminal del Lido en Marianao,  pidiéndole al Señor llegar rápido ya que las visitas eran de dos horas y el viaje de Marianao a Guanajay era largo.

 

Cuando llegó a la terminal de ómnibus, la guagua estaba abarrotada de pasajeros. La anciana le gritó al chofer: “Por favor, tengo un yerno preso en Guanajay, déjame montar, que se le quedó el pollo a mi hija y es lo único que él tiene para alimentarse hasta la próxima visita.”

 

El chofer se sensibilizó  y le dijo: “Suba, señora, que la voy a llevar y su yerno se comerá ese pollo”.

 

Mirtha, la suegra ya fallecida, subió a la guagua y varios de los pasajeros se levantaron para darle el asiento. La guagua parecía volar por la carretera. Mirtha llegó a tiempo la prisión, muy contenta por haber podido llevar el pollo a su yerno. 

 

Me  cuenta Matoses que aquel gesto le partió el corazón. Nunca ha olvidado ese día. Se comió el pollo asado con un  gusto tremendo.  Fue el pollo más suculento y que con más deseo se ha comido en su vida.


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