por Jorge Marín Matos
Periodista Independiente
Tras la repentina enfermedad de Fidel Castro, el tradicional Poder Cubano se vio permeado de medidas emergentes. Asumía por sustitución o designación familiar el no menos conocido Raúl Castro, hermano menor del líder histórico.
El anecdotario histórico recoge al actual presidente del Gobierno Cubano como un hombre de radicales decisiones y hay quien lo caracteriza de histérico y profundamente inseguro. Pero no acentuemos estos criterios por una simple opinión personal. Seamos un poco más atentos a la historia.
A mediados de la década del 90, un joven galeno que prefirió el anonimato dijo que en una ocasión el Comandante en Jefe sufrió un ataque cardiaco muy peligroso y que pudo haber sido el momento final de su vida. Raúl Castro, quien había abandonado el hábito de fumar. Volvía por aquellas horas a llevarse un cigarrillo a la boca. La ausencia posible de Fidel se había convertido en un tema de notables temores.
Sin embargo la figura de Raúl Castro, vista como radical y enérgico gobernante, demostró serenidad aparente. Tras su arribo al poder y con Fidel completamente dedicado a reflexiones y escritos desde su cama, el nuevo Jefe del Comité Central del Partido Comunista en Cuba, iniciaba sus movimientos sobre el tablero de ajedrez en que ha quedado convertida la situación política interna de la isla. Pero la incertidumbre que se observa entorno al actual mandatario va más allá del presente roll al frente del Estado.
Recordemos a un Raúl Castro obstinado y volcado en el descabezamiento del Ministerio del Interior durante el verano de 1989. Lo que la Dirección del país ocultó tras el juicio público a los militares entre los que significaban el General de División Arnaldo Ochoa Sánchez y otros oficiales del Ministerio del Interior, fue que la imaginación y la incertidumbre echaron a correr rumores sobre planes de golpe de estado.
Quienes fueron la mano derecha de Fidel Castro para las operaciones encubiertas en América Latina y Europa, eran maliciosamente revestidos por un comentario disociador donde se quería traslucir un supuesto plan para atacar al líder de la revolución y derrocarlo del poder. Fueron meses demoledores para las fuerzas que sustentaban el poder político en Cuba y Raúl Castro, quien desde un inicio sufrió sinceramente la pena de muerte contra el conocido jefe militar, arremetió con su ira y dolor, encargándose de purificar el aire que se respiraba en las altas esferas de ambas instituciones militares.
Ordenó entonces cambios muy radicales y dio indicaciones precisas al Teniente Coronel Ibáñez, cuadro las Fuerzas Especiales recién consolidadas y bajo subordinación directa a Raúl Castro, para desmantelar la base de la Dirección de Operaciones Especiales DOE perteneciente al Ministerio del Interior y ubicada en las cercanías al Rio Jaimanitas, al centro oeste de la capital.
Sumido en la duda y cuestionada la confianza de los dirigentes, profundizó aun más en su decisión y tomó medidas radicales.
Al desarticular sin muchas explicaciones la estructura de la Dirección General de Operaciones Especiales (DOE), quedaron miles de combatientes prácticamente al desamparo, tal y como se tratase de la ultima legión romana. Eran aguerridos soldados que habían participado en, al menos, tres aventuras militares e incalculables misiones encubiertas en África, América Latina y Europa, sin dejar de señalar la incursión de fogueo realizada en Vietnam durante la guerra. Habían quedado en la misma historia, la lista de muertos que tales misiones arrojaron al fenómeno familiar cubano derivado del internacionalismo militar.
El desacierto del actual mandatario, fue más allá de sus límites y desmanteló igualmente la estructura de Inteligencia Operativa, sustituyendo cada jefe existente a varios niveles y convirtiéndolos en policías a algunos y jubilando a otros. Años de lucha y trabajo lanzados por la borda tras la imaginación y las dudas de un Raúl que en aquel entonces ni siquiera imaginaba llegar a dirigir la isla.
El Ministerio del Interior, fue apuntalado con la elite confiable que exportó el actual mandatario desde sus filas en las Fuerzas Armadas y desde ese entonces cada paso de la institución fue y es profundamente analizado por el actual Presidente. Tras la relevante manifestación de las Damas de Blanco en el escenario político, Raúl Castro puntualizó indicaciones a los mayores niveles de Dirección Operativa: cada decisión a tomar sería consultada a su nivel y valorada su aprobación.
La situación actual de la política interna en Cuba revela que la actitud del Presidente no sea la misma que años antes. No obstante sus temores pueden generar reacciones y estas pudieran ser enérgicas y dolorosas, aunque detrás de la figura tradicionalmente conocida de dura y rígida, pudiera ocultarse un hombre de otro corte.
Las actitudes se han revelado ahora tras colocar a su nieto como un pilar importante dentro de su escolta. El joven se encarga de priorizar la custodia de su abuelo para cada paso, cada movimiento, cada maniobra física en el territorio, hasta el paso que físicamente debe dar al caminar. Por si fuera poco, bajo la observancia del actual Presidente, se estructuró un andamiaje de descubrimiento de Contrainteligencia con sede en los bloques de la propia Plaza de la Revolución, bastión de las Fuerzas Operativas y dicha estructura investigativa fue mejorada con una selección exquisita de oficiales de diferentes líneas operativas y conocida bajo el nombre de Departamento 50 del Ministerio del Interior.
Esta joven estructura militar goza de los más cuantiosos recursos para satisfacer las necesidades operativas por requerimientos de primer nivel, y entiéndase el nivel máximo: Raúl Castro. Con la joven estructura se dio al traste con investigaciones especiales como fueron las seguidas contra los dirigentes del Partido Comunista y en especial la persona de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. Así los restantes casos de sustituciones a niveles considerables del estado han sido protagonizados por las eficientes investigaciones de los hombres que integran estas estructuras. En fin una verdadera maquinaria contra las dudas y los miedos del primer hombre de la nación y quien sin descansar en ello, colocó a su hijo, el Coronel Alejandro Castro, al frente de todo ese aparato selecto para el descubrimiento, control y purificación del aire a respirar en los pisos altos del gobierno cubano.
El poder en Cuba ha ido tomando una característica familiar donde igualmente se observan las castas de hombres de confianza vinculados a lazos históricamente amigables. En otras palabras el presidente de la isla ha condicionado la estructura de poder con personas muy comprometidas políticamente y quienes conforman la apreciable Mafia Revolucionaria que maneja el poder político. Pero llama la atención cómo ese aparato de poder, incluyendo las jóvenes estructuras operativas, con abundantes recursos y medios técnicos, van a detener la reacción de una juventud que no se identifica con el proceso político, que no se siente comprometida con ello y que pese a los riesgos y avatares decide por si misma lo que quiere y qué camino tomar en un futuro mediato.
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