miércoles, 2 de junio de 2010

El CENESEX llegó a San Miguel del Padrón

por Dania Virgen García

Periodista Independiente

 

28 de Mayo del 2010

 

Era poco antes del mediodía. Más de una decena de personas se agolpaban frente a la mesa y el techo de  lona, a un costado  del parque de la Virgen del Camino. Por los altavoces, se escuchaba música  salsa. Me acerqué con desgano a ver qué vendían, si comida, libros o ropa reciclada. Nada de eso. Un grupo de travestis y  muchachas (no se sabía quién era quién), activistas del CENESEX,  repartían condones, plegables y rifaban botellas de agua mineral entre los del público que respondieran correctamente sus preguntas sobre el VIH-SIDA. Tras ellos, un letrero advertía: “La homosexualidad no es un peligro, la homofobia sí”.

 

La Jornada Nacional contra la Homofobia, de dos semanas de duración,  llegó a San Miguel del Padrón en la mañana del lunes 24 de mayo.

 

Tomé con curiosidad los plegables que distribuían.  Trataban sobre las parejas sero-discordantes, cómo usar el condón, cómo hacer el auto-examen de los genitales masculinos y cómo decir a tu pareja que eres seropositivo. 

 

Los activistas de Mariela Castro invitaban a su espectáculo en El Globo, con cantantes y show de transformistas, el miércoles.

 

 Uno de los muchachos respondió mis preguntas con amabilidad. Era uno de los que iba a participar en el show del miércoles.  Cuando le expliqué que era periodista, dijo: ¡Uy, que fina! No le aclaré que periodista independiente, porque temí pudiera disgustar a Mariela si se enteraba. 

 

De todas formas, creo que el travesti igual hubiera conversado conmigo. Luego de tanto silencio y marginación, tienen ganas de que los escuchen. Sólo que en San Miguel del Padrón, una zona bien machista, hay muchos problemas que preocupan más a la gente que la diversidad sexual.

 

De hecho, los curiosos permanecían minutos ante la mesa y la lona, agarraban los plegables y los condones  y luego seguían su camino. Una mujer cincuentona  hacía muecas, creo que por el sol,  y preguntaba si alguien sabía donde vendían arroz por ahí. Un loco dormía a la sombra de un árbol, junto a la carpa, ajeno a la música salsa y a los activistas del CENESEX. A unos metros, un grupo desesperaba porque hacía media hora que no pasaba el P-3.

 

Me alejé ojeando los plegables, y añorando el día que Mariela Castro comprenda que también en política hay derecho a la diferencia, que la intolerancia, como la homofobia, sí es un peligro. Y grave.


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