por Dania Virgen García
Periodista Independiente
28 de Mayo del 2010
Era poco antes del mediodía. Más de una decena de personas se agolpaban frente a la mesa y el techo de lona, a un costado del parque de la Virgen del Camino. Por los altavoces, se escuchaba música salsa. Me acerqué con desgano a ver qué vendían, si comida, libros o ropa reciclada. Nada de eso. Un grupo de travestis y muchachas (no se sabía quién era quién), activistas del CENESEX, repartían condones, plegables y rifaban botellas de agua mineral entre los del público que respondieran correctamente sus preguntas sobre el VIH-SIDA. Tras ellos, un letrero advertía: “La homosexualidad no es un peligro, la homofobia sí”.
La Jornada Nacional contra la Homofobia, de dos semanas de duración, llegó a San Miguel del Padrón en la mañana del lunes 24 de mayo.
Tomé con curiosidad los plegables que distribuían. Trataban sobre las parejas sero-discordantes, cómo usar el condón, cómo hacer el auto-examen de los genitales masculinos y cómo decir a tu pareja que eres seropositivo.
Los activistas de Mariela Castro invitaban a su espectáculo en El Globo, con cantantes y show de transformistas, el miércoles.
Uno de los muchachos respondió mis preguntas con amabilidad. Era uno de los que iba a participar en el show del miércoles. Cuando le expliqué que era periodista, dijo: ¡Uy, que fina! No le aclaré que periodista independiente, porque temí pudiera disgustar a Mariela si se enteraba.
De todas formas, creo que el travesti igual hubiera conversado conmigo. Luego de tanto silencio y marginación, tienen ganas de que los escuchen. Sólo que en San Miguel del Padrón, una zona bien machista, hay muchos problemas que preocupan más a la gente que la diversidad sexual.
De hecho, los curiosos permanecían minutos ante la mesa y la lona, agarraban los plegables y los condones y luego seguían su camino. Una mujer cincuentona hacía muecas, creo que por el sol, y preguntaba si alguien sabía donde vendían arroz por ahí. Un loco dormía a la sombra de un árbol, junto a la carpa, ajeno a la música salsa y a los activistas del CENESEX. A unos metros, un grupo desesperaba porque hacía media hora que no pasaba el P-3.
Me alejé ojeando los plegables, y añorando el día que Mariela Castro comprenda que también en política hay derecho a la diferencia, que la intolerancia, como la homofobia, sí es un peligro. Y grave.
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